junio 3, 2023

Narrativa

Magdalena Girardi · Delta

Nos llenamos de aire y lo soltamos de a poco hasta hundirnos. Tocamos el fondo de la pileta con los dedos de los pies enrojecidos, gastados de pintura fresca, las yemas acaloradas de enero. Era el turno de Vera. Sonrió, los cachetes inflados, dos o tres burbujitas mínimas en las comisuras, los rulos por sobre la cabeza, una sirenita celeste. Hizo un gesto con los ojos como diciendo “ahí voy”: soltó cuatro o cinco palabras, rápido, como si se las estuviera sacando de encima. Escuché la voz submarina, grave y nasal, vi la frase subiendo en burbujas gordas a la superficie. No llegué a entender ni una sola palabra.

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