Ingravidez

Me gusta la palabra libélula
por la ligereza
con la que se deshilacha
pronto se vuelve aire
como el rocío vapor
para aterrizar en la dimensión
piadosa
sedosa
esponjosa
donde descansa todo
lo que transcurre
con levedad.

Atardecer

a Pinoto

A un parque crepuscular


llegan urbanos los ecos


un sauce se envuelve en la sombra

remonta sus ramas hacia el rojo


que languidece


detrás de las primeras casas iluminadas

mis pies se proclaman dueños

de la hierba fraternizan

con el chirrido
 de ranas

y grillos imaginarios.

En una evocación súbita

afloran mil luciérnagas

me custodian


guían mis pensamientos

hacia un abrazo extrañado

firme


austero


que se desdibuja


en un horizonte de pampa

salpicado de camelias


embadurnado

con el sudor de una yegua mansa

mezclado


con la leche de las brevas

desflecadas

en la boca agradecida


luego palpitante

cobijada en esos brazos busco


entre cítricos y eucaliptus

el fulgor mentolado

que maquilló mi infancia

de tierra.

Doña

Ella habita en la pausa

de su rutina salpicada de ausencias

y malvones

por el pasillo arrastra los pies curvados

cobijados en sus chinelas

ajadas de tanto contonearse

sonríe mansa

cuando humedece el pan en el tuco

y las mejillas

se le llenan de surcos

a veces bendice el agua

con gotas de aceite

para sanar el mal de ojo

o se persigna

mientras desenrolla una cinta

en su siesta no hay enigma

quizá algún sueño resignado

las tardes de lluvia

son para freír

o jugar a las cartas

las de sol

para sentarse en el umbral

con abanico pantalla

en su calma de colonia y talco

Margarita

la que enfunda sus pétalos

en un batón

transcurre.